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domingo, 23 de septiembre de 2012

La sociedad del aburrimiento


“La sociedad paga para tener un sistema educativo de mierda, porque mientras más idiotas salgan, más fácil de venderles algo es, hacerlos dóciles consumidores, o empleaduchos. Graduados con sus títulos y nada en sus cabezas, que creen saber algo, pero no saben nada.” (Frank Zappa).
Hoy en clases un alumno exponía sus ideas sobre el documental La Educación Prohibida. Lo interesante fue que al finalizar dijo: “y al final aqui en Chile protestan para consumir ¿O para qué creen que piden educación de calidad?”.
Yo soy ayudante y mi profe me dijo antes de empezar la clase que debía evitar entrar en un debate filosófico, sociológico o antropológico y dedicarme a lo que fui (hablar de comunicaciones). El punto es que no pude responder, pero pensé dos cosas:
1- Efectivamente, la realidad cruda nos dice que se protesta por el consumo, pero el fin de todo es que ese consumo sea equitativo, o sea, generar condiciones de vida relativamente igualitarias y reducir la brecha social de la que tanto se habla pero poco se hace. Referirse a eso despectivamente como “el consumo” lo banaliza y le da un grado de superficialidad que, a mi criterio, es injusto con las clases que no tienen la facilidad para “consumir”.
2- ¿Por qué debemos satanizar el consumo? Si hablamos de desigualdad hablamos de consumo, inevitablemente vivimos en una sociedad donde el consumo está inserto en lo más profundo de nuestra ideología y nuestra cultura. Necesitamos comer, dormir y follar, y para eso necesitamos comprar comida, una cama, condones, pastillas anticonceptivas o pagar por prostitutas (o por último invitar un copete). Todo lo que hacemos en el diario vivir se trata de consumir, satisfacemos todas nuestras necesidades consumiendo y parece ser que, al igual que “lucrar”, consumir se volvió una práctica de pecadores.
Cuando nos damos gustitos y nos compramos un iPad o le agregamos un par de zapatillas a los otros cincuenta que ya tenemos, también podemos decir que estamos satisfaciendo una necesidad. Necesitamos arrancar de la rutina que nos agobia (un mal necesario) y hacer cambios mínimos a nuestras vidas constantemente. ¿Por qué? Bueno, vivimos en una sociedad a la que le aterra el aburrimiento. Ese es el motor principal de la fuerza del consumo. Cambiamos de casa, de auto, de trabajo, tenemos amantes, nos separamos, nos volvemos a juntar solo para no aburrirnos. Estamos hasta las bolas, consumir fue, es y será lo único que compre nuestra ocupación.
¿Pero para qué queremos estar tan ocupados?¿por qué la rutina es necesaria? A veces me da la impresión que le tenemos miedo a pensar. Quizás no es miedo la palabra, pero definitivamente algo hace que prefiramos evitarlo. La vida se hace más fácil cuando aceptamos las cosas tal cual son. Ya suficiente tenemos con levantarnos a diario con nuestras propias preocupaciones y la necesidad de llevar plata a la casa ¿o no? ¿Será por eso que evitamos acallar al Salvador con la radio predicando en la calle o al flaite con su celular a todo chancho obligándonos a escuchar su mierda de música sin alma? La gente (y por gente me incluyo) no quiere problemas.
A pesar de todo eso, aburrirse parece ser esencial para pensar. He ahí donde consumismo y el aburrimiento se retroalimentan. Ergo, individual y colectivamente se vuelve vital aburrise para filosofar y cuestionar la realidad y así no caer en la obediencia del rebaño de la que tanto nos avergonzamos (y de la que siempre nos autoexiliamos)
Al final del día, para cambiar la realidad primero debemos ser capaces de cuestionarla. Esa es la única forma de escapar de la estabilidad dogmática de la “verdad” y ampliar nuestra concepción de lo posible, enriquecer nuestra imaginación intelectual y abrir la mente a la especulación.